Mientras que podamos ser tormenta, la tranquilidad siempre volverá. Es así como me estoy permitiendo vivir la vida últimamente. Sin ninguna intención de querer romantizar a lo caótico, solo quiero darle techo a aquellas cosas que no encontraron otro sitio donde estar, pero a pesar de todo, decidieron quedarse intentando saber quiénes son. Estoy aprendiendo a coexistir entre la necesidad de saber que hago y hacia dónde voy, y el deseo de no tenerlo todo calculado. Entre decir lo que pienso sin ningún tipo de vergüenza, y guardarme lo que quiero que siga teniendo un valor que sea solo mío. A coexistir en los días de lluvia cuando por dentro es primavera. Y a dibujar sillas que se encuentran vacías, pero cualquier mensaje escrito en ellas, podría ser sanador o desgarrador. En mi hay todavía muchas luchas encontrándose y separándose hasta obtener algo que se escuche más como una afirmación que como un grito. Algunas consiguieron la suerte de no sentirse como una lucha, sino como un capítulo más, del que me siento más que completa. Entender que todo se me contradice de alguna forma, o actúa sin que yo lo espere, o pase sin que yo haya podido controlarlo… me confirma que estoy aprendiendo a coexistir entre ese instante en el que cierro los ojos deseando que amanezca, y el momento en el que los abro esperando a que llegue la noche.
Ni siquiera sé si eso tiene algún tipo de sentido, es la una de la mañana y tengo frío, pero por dentro no hay mareas, solo silencio, no hay tormenta, solo voz, no hay miedo, solo aceptación. En alguna parte si había una yo que puede coexistir entre lo que tiene y lo que le espera.
Amoooo